Calzar los zapatos ajenos es el primer paso para entender las vidas de otras y yo no tengo problema alguno en ponérmelos, aunque a veces me queden grandes y se me salgan, o lo que es peor, que sean pequeños y me lastimen los pies.
“Les prevengo sobre el efecto adictivo de esta tela de araña. Sin darse cuenta se irán quedando pegados a ella porque llegará un momento en que sus emociones serán títeres de la autora”, dice la periodista Marta Gómez Casas en el prólogo del libro de Celia Herrero y, realmente, desde las primeras páginas del primero de los relatos que lo componen, “El diario de Antía”, te quedas pegado a una prosa que rezuma una sensibilidad exquisita, que es capaz de dibujar el drama con tramos de arcoíris para facilitarnos la digestión de lo cotidiano.
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